lunes, 27 de abril de 2020

EL DÍA QUE CONOCÍ A MESSI


Era diciembre del 2004. Estábamos en Barcelona, España. Mi mejor amigo Carlos, su esposa Normita y yo habíamos ido a visitar a mi entrañable amigo Armando Neria, a quien habían mandado a la ciudad condal como corresponsal del periódico deportivo Récord siguiendo los pasos del mexicano Rafa Márquez, quien en aquél momento, formaba parte de la escuadra blaugrana. 

El 21 de diciembre, el Barca del holandés Frank Rijkaard jugaba contra el Levante del alemán Bernd Schuster. Sí, el mismo Schuster que había jugado en el Real Madrid con Hugo Sánchez. Unos días antes, ese diciembre, la FIFA le había dado el trofeo como mejor jugador del 2004 a Ronaldinho. El maravilloso número 10 del equipo culé. El que hacía magia en el terreno de juego.Y nosotros estábamos ahí y teníamos la posibilidad de ver en vivo al mejor jugador del mundo, así que nos dimos a la tarea de conseguir boletos para el partido. Armando evidentemente tenía pase de prensa, pero nosotros no. Eran otros tiempos y los boletos no se compraban desde el celular como hoy. Así que tuvimos que ir  a las taquillas del Camp Nou. 

Justo antes de llegar a preguntar, nos interceptó la versión catalana de Pedro Picapiedra. Un tipo gordo, grande y con una gran sonrisa.”¿Quieren entradas eh?” Nos preguntó. “Yo les ofrezco boletos a menor precio que los oficiales” dijo muy seguro de sí mismo. Dudamos. Pero por arrebato, por pena,  por miedo o por las ganas locas de ver a Ronaldinho, le dijimos que sí. Creo recordar que le dimos la mitad del precio acordado y quedamos de vernos minutos antes de que empezara el encuentro a las afueras del estadio para pagar el resto, recibir los boletos e ingresar al partido. Nos fuimos con más dudas que certezas. “Seguro nos robó” dijo alguien. “¿Cómo puede ser que nos venda los boletos más baratos que en taquilla? Preguntó alguien más. “Somos unos pendejos” pensé yo. Ese día nos fuimos al Park Güell a pasar la tarde. El ánimo en el grupo no era el mejor. Nos habían robado. Era evidente. Nosotros, habitantes de la Ciudad de México, acostumbrados a las tranzas y a los robos y ¿ habíamos caído en una trampa tán fácil?”. No nos lo perdonábamos. Nos fuimos caminando desde el parque hasta el departamento de Armando. Quien aseguraba que ya en un par de cuadras llegábamos. Y pasaba el tiempo y pasaban las cuadras y nada. -“Ya es aquí, en nada llegamos” -volvía a decir Armando-.   Y volvían a pasar los minutos y las cuadras. Después de no se cuanto tiempo y no se cuantas cuadras, finalmente llegamos. Agotados. Hartos y convencidos de que además, habíamos sido estafados. Nos sentamos a tomar algo. “¿Vamos en la noche al estadio a confirmar el hurto o ya mejor nos damos por vencidos y vemos el partido por televisión?” -Era la pregunta que rondaba en el aire-. Después de mucho pensar y debatir, decidimos ir. Total, no perdíamos nada más que el dinero que ya habíamos dado. Así que tomamos la Línea 3 del metro y nos bajamos en la estación Palau Reial.

Anduvimos unos 10 minutos a pie hasta llegar al lugar acordado. Nada de nuestro vendedor. Compramos unos churros rellenos en un puesto callejero buscando hacer tiempo. Nada. Caminamos a lo largo de toda la calle para ver si lo encontrábamos. Nada aún. Regresamos al punto acordado. Ni sus luces. El inicio del partido estaba encima. El robo se había confirmado. Nos dimos la media vuelta y enfilamos de regreso a la estación de metro. Tristes por haber sido engañados, robados y por habernos quedado a tan pocos metros de ver al Barca y al mejor jugador del mundo. Íbamos ya dispuestos a dejar el barrio de Les Corts, cuando de repente, ya dando todo por perdido, escuchamos un grito a nuestras espaldas -“Hey chicos”- voltéamos y ahí estaba. Era el vendedor de boletos. -“Una disculpa, pero se me ha hecho tarde, les presento a mi viejo”- dijo. Todos nos voltéamos a ver sorprendidos. Sonreímos. No lo podíamos creer. Lo habíamos logrado. Sacó de la bolsa de su cazadora de mezcilla azul clara 3 tarjetas. 3 abonos de temporada, cada uno con foto. Nos dió una tarjeta a cada uno e instrucciones precisas. “Estos son abonos de gente que no vino al partido” – “Ustedes los van a entregar pero no volteen a ver a los ojos a las personas de la entrada” “Es más, agachen la cabeza mejor”.   “Una vez adentro, cuando lo hayamos logrado me pagan la diferencia”. No lo podíamos creer nuevamente. No nos habían robado pero ahora podríamos acabar en la cárcel.
Con miedo, Carlos, Normita y yo hicimos lo que nos dijo. Armando huyó con su pase de prensa.  Recuerdo que yo tomé el carnet en mi mano izquierda. La mano derecha la guardé en la bolsa de mi chamarra roja. Me puse mi gorro para el frío, escondí media cara por debajo de la bufanda y me formé. Los 3 en filas diferentes.  Poco a poco fue avanzando la gente. Me pareció una eternidad. Yo ya me imaginaba hablando a mi padre para que fuera a sacarme de prisión. Llegó el momento. Entregué el abono temblando. Hundí más la cara en la bufanda. Sudaba a pesar del frío. Estoy seguro que el tipo de la entrada ni me volteó a ver. O probablemente sí y únicamente le causé risa porque no dijo absolutamente nada. Ya adentró busqué por todas partes a mis cómplices. Y ahí estábamos. Adentro los 3. Saldo blanco. Ningún detenido. Finalmente lo habíamos logrado. Estábamos adentro del Camp Nou.

Pagamos la diferencia que teníamos pendiente con nuestro dealer de boletos. Caminamos junto con él y su viejo a los lugares. Todos juntos y felices como una familia de delincuentes después de haber consumado un atraco.  Eran unos súper lugares. Nivel de hasta abajo justo atrás de la banca del Barcelona. A 20 metros de los jugadores suplentes.

Antes del inicio del partido salieron todos los jugadores. Ronaldinho encabezando la fila. En sus manos llevaba el trofeo que le acababa de dar la FIFA como mejor jugador del 2004. El astro brasileño dirigió unas palabras a toda la afición culé. Básicamente dedicando el premio a todos y cada uno de los presentes.   Nosotros incluídos evidentemente. Mi amigo Carlos era gran aficionado del Barca en aquéllos ayeres. Así  que no daba crédito a lo que estábamos viviendo. Yo tampoco. A pesar de ser fanático del Real Madrid. Estábamos en uno de los mejores estadios del mundo y Ronaldinho nos acababa de dedicar y agradecer su premio. Nada podía ser mejor.

Inició el partido. El Barca era una aplanadora. Pero en ese partido empezó a  acusar el cansancio de media temporada. De 13 victorias en 17 partidos. Le vendría de perlas el descanso navideño.  El primer tiempo acabó apenas 1 -0 a favor del equipo local con un gol de Alexis al minuto 28. Poco que contar a casa durante la primera parte. El árbitro pitó el final y los equipos se iban al descanso.   Armando bajó del palco de prensa para compartir con nosotros durante el medio tiempo. Aprovechamos para comprar un bocata de jamón y una cerveza Estrella Damm.

Pasaron los minutos. Saltaron los jugadores nuevamente a la cancha. Al final, siempre más rezagados los jugadores suplentes comenzaron a tomar sus lugares en la banca que teníamos a unos cuantos metros enfrente de nosotros.  De repente se escuchó a lo lejos un grito –“Armando”- No hicimos caso y seguimos platicando. Nuevamente se escuchó –“Armando”- No era nuestra imaginación. Alguien le gritaba a mi amigo.  Volteamos para todos lados pero no logramos ubicar de donde venían los gritos. Un tercer grito ahora más fuerte –“Armando”- de repente, todos volteamos a la banca del Barca. Justo de ahí venían los gritos.  Cuando lo ubicamos con la mirada, un niño suplente del Barcelona simplemente levantó la mano y la agitó saludando con muchas ganas a mi amigo quien de manera educada le devolvió el saludo. Después del saludo, el chaval se guardó finalmente en la banca y tomó su lugar. “¿Quién es?” - le preguntamos a Armando. “Es un chico de 17 años de las básicas del Barca que juega simplemente espectacular. Ese chaval la va a romper”. Dijo Armando. Era un chaval que jugaba con el número 30 en los dorsales en el 2004 cuando le dieron el premio a Ronaldinho como mejor jugador del mundo. Su nombre: Lionel Messi.
 
Con Ronaldinho, mejor jugador del mundo 2004.





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